algunos tambores que suenen así

Análisis de la incursión de Jorge Velasco, el narrador, en el género lírico, a través de su poemario: Algunos tambores que suenen así, y el tratamiento de lo femenino en su poesía.

Por Sonia Manzano Vela, poeta, escritora, educadora y pianista

Sobre la narrativa de Jorge Velasco, nombre de inmensa valía en los anales de nuestra literatura contemporánea, se han escrito incontables estudios, entre profundos y superficiales, los más “sesudos” de los cuales han ponderado, con el debido sustento analítico, las excelencias discursivas de las que está preñada la relatística fecunda de este autor, quien, aún antes de que acontezca su inesperada desaparición física, ya había logrado convertirse en una leyenda viva tras haber escrito El rincón de los justos (1983), novela que es una verdadera radiografía del Guayaquil marginal, en su versión más secreta y descarnada.

Sin embargo, curiosamente, sobre su obra lírica se ha escrito muy poco, por no decir que casi nada, quizás porque su gran talla de narrador echó sombras sobre su parva producción poética, la que apenas estuvo conformada por un solo poemario que, bajo el título de Algunos tambores que suenen así, saliera a publicación en 1981.
El presente texto persigue el objetivo justo y necesario de poner de relieve la condición de genuino poeta que poseía Velasco, quien no solo lo fuera para dentro de su celebrada prosa, sino también para aquella poesía que dejó impregnada en versos sombríos, dolorosos, acaso hoscos, acaso deliberadamente procaces, pero siempre imbuidos de reconocible calidad estética.

La tensa membrana de los tambores —a los que el autor supo percutir para enviar, a los cuatro vientos, los aullidos reclamantes de un lobo perennemente en celo— se homologa con el vientre elástico de una amante obsesivamente evocada, la que, dentro de esta cantata amatoria, será tratada como una loba, como una yegua o como una mujer que siendo “única”, también pudo ser, a la vez, varias mujeres.